Aclaramos en primer lugar la diferencia entre estos dos términos por un hecho importante. A menudo, hay quien llega a normalizar su fragilidad emocional excusándose en que esa es su forma de ser, su modo de entender y vivir la vida. «Soy una persona sensible y no puedo cambiarlo» -suelen decir a modo de autodefensa.
La fragilidad emocional nos conduce a menudo a estados debilitantes caracterizados por la ansiedad, el estrés, la depresión…
Bien, debemos entender que desde el momento en que una conducta/actitud genera solo sufrimiento, inseguridad y una nula capacidad de control sobre el propio ser, no valen las excusas, no cuando lo que conseguimos es la infelicidad. Así, mientras las personas sensibles tienen a su favor una visión más amplia de su realidad y un modo de conectar mejor con sus necesidades y con lo que les rodea, las personas marcadas por fragilidad emocional tienen unas perspectivas emocionales más limitadas.
Es más, este rasgo suele ser en muchos casos indicador de algún problema subyacente: trastornos depresivos, ansiedad, mala gestión emocional, etc. Vale la pena, por tanto, profundizar un poco más en esta dimensión.
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Cortesía de "La mente es maravillosa" y www.albertlennon.com
El secreto y "El poder de las "mentes millonarias"
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